Recorrí el estadio, las canchas vacías y calles desiertas, donde solo el parque de
básquetbol tenía vida. La soledad en la noche permitió que apreciara el arte oculto de
la iglesia y las fachadas, su esplendor revelado en la quietud nocturna. Lugares normalmente llenos, ahora susurraban silencio y misterio en cada rincón.
Por: Andrés Campos